6/23/25

LA BATALLA CULTURAL EN LA DIPLOMACIA: DOS ORILLAS, DOS DESTINOS PARA ARGENTINA Y URUGUAY







 Por Sergio Lettieri

 En el dinámico tablero de las relaciones internacionales, surgen periódicamente ideas que desafían el statu quo.

 Una de las más recientes y provocadoras en nuestra región es la noción de convertir la diplomacia en un frente activo de la "batalla cultural", una propuesta analizada en un reciente artículo de La Derecha Diario, de una nota editorial de Julio Goldenstein y Alejandro Nimo
  ( https://derechadiario.com.ar/opinion/batalla-cultural-diplomacia )




 Este enfoque aboga por abandonar la neutralidad burocrática para adoptar una política exterior ideológicamente comprometida. Pero, ¿es este un modelo viable o deseable?

 La respuesta varía drásticamente si se mira desde Buenos Aires o desde Montevideo.

 Analicemos en dos partes las implicancias de esta doctrina para dos naciones unidas por la historia pero separadas por la estrategia: Argentina y Uruguay.

 Parte 1: Argentina y la Revolución Diplomática de la "Batalla Cultural" 

Para la Argentina actual, la propuesta de una diplomacia de combate ideológico no es una mera teoría. Encaja de manera casi simbiótica con el proyecto de "cambio de era" del gobierno en funciones. Desde esta perspectiva, la valoración tiene matices claros.

 Visión Positiva: Coherencia y Ruptura Desde el punto de vista del oficialismo, los beneficios son evidentes.

 Primero, establece una coherencia total entre el discurso doméstico y la acción exterior. La política exterior deja de ser un compartimento estanco para convertirse en un megáfono de la visión libertaria que se busca instalar en el país. Se proyecta al mundo una imagen de convicción y de un giro de 180 grados. 

 Segundo, permite una ruptura explícita con la política exterior anterior, a la que se acusa de estar alineada con el "globalismo" y los regionalismos de izquierda. Este nuevo alineamiento busca forjar alianzas con actores internacionales ideológicamente afines, creando un nuevo eje de referencia para la Argentina en el escenario global. El objetivo final es señalar al mundo, y en especial a los inversores, que las reglas del juego han cambiado de forma radical y permanente.






 Visión Crítica: Pragmatismo vs. Ideología 

 Sin embargo, desde un análisis más ortodoxo de las relaciones internacionales, este enfoque presenta riesgos significativos. El principal es la pérdida de pragmatismo. 

Al priorizar el alineamiento ideológico, Argentina corre el riesgo de alienar a socios comerciales cruciales que no comparten su credo, como China o incluso su principal socio regional, Brasil. Una política exterior exitosa suele ser aquella que puede separar los negocios de las afinidades políticas, una flexibilidad que este modelo parece despreciar. 

 Además, la confrontación directa con los organismos multilaterales, vistos como adversarios en esta "batalla", puede ser contraproducente. Para un país con los desafíos económicos y financieros de Argentina, mantener canales de diálogo fluidos y constructivos en el FMI, el Banco Mundial o la OMC no es una opción, es una necesidad. Declararles la guerra ideológica puede mermar la capacidad de negociación y defensa de los intereses nacionales en esos foros.

 En definitiva, para Argentina, este camino es una apuesta de alto riesgo: busca refundar su lugar en el mundo, pero podría terminar en un aislamiento autoimpuesto si la ideología se antepone a los intereses nacionales permanentes.





 Parte 2: La Perspectiva Uruguaya  

Eficiencia Sí, Cruzada No 

¿Podría Uruguay importar este modelo? Quizás en sus aspectos más superficiales, como la reducción de gastos, pero nunca en su núcleo ideológico. 

 La Viabilidad de la Austeridad La idea de optimizar los recursos y reducir gastos superfluos en el servicio exterior es, sin duda, atractiva y viable para Uruguay. Como para cualquier Estado, la búsqueda de la eficiencia en el gasto público es un objetivo loable. Realizar una auditoría de los costos operativos de las embajadas, optimizar funciones y profesionalizar la gestión son medidas de buena administración que no entran en conflicto con la tradición diplomática uruguaya. De hecho, la fortalecerían, demostrando responsabilidad fiscal. 

 La Inviabilidad del Modelo de "Batalla Cultural" Aquí es donde las similitudes terminan. La adopción del modelo de "batalla cultural" sería para Uruguay un error estratégico de proporciones históricas por varias razones: Destrucción del Principal Activo: El mayor capital de Uruguay en el mundo no es económico ni militar, es su reputación. Es un poder blando construido sobre décadas de previsibilidad, apego al derecho, estabilidad democrática y rol de mediador confiable. Importar un modelo confrontacional y volátil destruiría este activo, que es precisamente lo que le otorga una influencia desproporcionada a su tamaño.





 La Política Exterior como Política de Estado: A diferencia de la pendular historia argentina, la política exterior uruguaya es una sólida política de Estado. Trasciende gobiernos y asegura a inversores, socios y al mundo que Uruguay es un socio fiable a largo plazo. Atarla a la ideología de un gobierno de turno sería renunciar a su mayor fortaleza. 

 Necesidad de Pragmatismo Absoluto: Como Estado pequeño, Uruguay no puede permitirse el lujo de elegir a sus socios por afinidad ideológica. Su estrategia de inserción internacional se basa en una diversificación pragmática, manteniendo excelentes relaciones con Estados Unidos, China, la Unión Europea y, por supuesto, sus vecinos del Mercosur. 

Una diplomacia de trinchera limitaría fatalmente sus opciones. 

 Para Uruguay, la eficiencia en el gasto es una táctica inteligente; la "batalla cultural" es una estrategia suicida. 

 Conclusiones:

Espejos en el Río de la Plata. El análisis del mismo concepto diplomático en Argentina y Uruguay revela dos lógicas nacionales profundamente distintas. Para Argentina, una nación de mayor escala y con una historia de giros políticos drásticos, la "batalla cultural" se presenta como una terapia de shock, una herramienta disruptiva para intentar forjar un nuevo destino. Es una estrategia de alto riesgo y de resultado incierto, coherente con su actual momento político.

 Para Uruguay, un país que ha hecho de la estabilidad y la previsibilidad su marca registrada y su principal herramienta de poder, el mismo modelo es tóxico.

 Socavaría los cimientos mismos de su exitosa inserción internacional.





 En última instancia, la gran lección es que no existen modelos de política exterior de "talla única". Lo que en una orilla del Río de la Plata se ve como una revolución necesaria, en la otra se percibe, con razón, como un paso hacia el abismo.

 El desafío de Argentina será demostrar que su apuesta ideológica puede generar beneficios tangibles; el de Uruguay, continuar adaptándose al mundo sin traicionar los principios que le han otorgado un lugar respetado en él.

Sin embargo, siempre es bienvenida una revisión del tamaño, funciones, alcances y costos de estructuras dentro del servicio exterior en el amplio espectro de sus funciones de organigrama y agencias. Del mismo modo, en mi opinion, podría ser beneficioso plegarse a la voluntad flexibilizadora del Mercosur mostrada por la Argentina, permitiendo los acuerdos comerciales bilaterales con terceros países sin tener en cuenta la famosa "cláusula del consenso".

Disclaimer: 

Articulo elaborado utilizando herramientas de IA avanzada.
Imagen generada utilizando herramientas de IA avanzada.


Dr. Sergio Lettieri
Magister en Relaciones Internacionales - UDELAR - ROU
sergiolettieri.blogspot.com

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